Autor: Alarcón, Justo S.
Título: Los siete hijos de la Llorona
Sinopsis:
Prologar un libro como éste supone creer que la literatura es, como diría Gabriel Celaya de la poesía, un arma cargada de futuro. Hay que partir de esto no sólo para prologar el libro, sino también para leerlo. Estamos ahora mundialmente en una etapa de retroceso en cuanto al compromiso literario. Después de los formalismos que nos han planteado las sociedades injustas, creemos que la obra artística tiene que explicarse por sí misma y dentro de sí misma. Se nos dice que un texto tiene que ser intratexto y no extratexto; que si el texto no se explica inmanentemente, entonces estamos ante una obra que se sale del campo propio de la experiencia artística. Pero ¿cómo podemos poner puertas a la creación y a la pasión humanas?
Los siete hijos de La Llorona es una obra concienzuda, de tesis sí, pero con una fuerza expresiva que transciende la referencia concreta y, por tanto, la universaliza. Es una obra del Día del Juicio Final. La Llorona se venga de una vez por todas de aquellos estamentos sociales que destruyen la equidad entre los mortales: la iglesia, la ley, el «training», la economía capitalista, la política, la ciencia mercenaria.
En la historia de la literatura chicana, tenemos ya un precedente temático y estructural de este tipo de novela de tesis: la literatura magonista. Práxedis Guerrero, Ricardo Flores Magón y Lázaro Gutiérrez de Lara usaron la literatura —nótese que digo literatura y no escritura o pluma, etc.— para expresar un punto de vista sobre la realidad, el punto de vista de los de abajo, de aquellos que sufren la imposición de los nombres propios y sagrados sin poder librarse de ellos si no es con el insulto, la violencia, la usurpación del poder, o sea, “dándoles la vuelta a la tortilla”, como dice el mismo autor.
Lector, te vas a adentrar en un trabajo de desentrañamiento. Los siete hijos de La Llorona es la intrahistoria de los oprimidos, de los que hoy por hoy no pueden hablar por sí mismos, o si hablan le tergiversan el discurso. El relato es predecible, el estilo punzante, los diálogos precisos, la estructura geométrica, la moraleja aquélla que te explique la nueva conciencia de tu entorno que, con la lectura del libro, vas a adquirir.
Fuente: Armando Miguélez
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