Barba-Jacob, Porfirio: Antología poética

Porfirio Barba-Jacob: crónica de un tránsito entre la vida y la muerte

Una introducción de Francisco Tedeschi

La poesía de Porfirio Barba Jacob ha sido menos estudiada que otras dentro de la generación de los poetas modernistas y muchas veces ha sido analizada a la luz del contraste entre la obra y su polémica vida. Se ha creado un vacío en el que pocos han intentado penetrar. Sin embargo, en apariencia, como es obvio, los poemas de Porfirio Barba Jacob deberían defenderse o hundirse por sí mismos y los datos biográficos sólo servir como una herramienta más. Ahora bien, ¿Se puede desligar la vida y la obra de los poetas modernistas sin incurrir en un error? ¿No es acaso esta generación literaria una de las que más hizo visible, a través de sus poemas, lo que ocurría con sus vidas? El vacío existencial, la angustia, la nostalgia de Rubén Darío, José Asunción Silva, Julián del Casal, José Martí, Barba Jacob, dentro de la modernidad han sido temas menos estudiados que otros y, sin embargo, ese terreno quizás pueda ser más esclarecedor que el del esteticismo, que ha sido más observado.

 Pienso que hay dos formas de enfrentarse a la obra de un poeta: una analítica, fría, crítica, calculadora, remitiéndose únicamente a la métrica, al lenguaje, dejando atrás todo tipo de pasión. Otra apasionada, sensible, tratando de desentrañar el misterio que hay detrás. Entre los dos tipos de análisis no hay oposición y, por ende, nada impide bucear en las profundidades de la obra, dejándose llevar, a veces por la frialdad y otras por la pasión, para encontrar un equilibrio. Con esta premisa en mente he hecho este trabajo.              

“Canción de la vida profunda”es el poema más conocido de Porfirio Barba Jacob. Lo compuso en La Habana, Cuba, en una de sus etapas en la isla. Lo primero que puede observarse en él es un epígrafe de Montaigne: “El hombre es cosa vana, variable y ondeante…”. El epígrafe se constituye en un adelanto de la temática del poema. El hombre, su permanente tendencia al cambio, a pasar por diversos estados emocionales y morales[1].

El poema está dividido en 7 estrofas, formadas por cuartetos. Hay 26 versos alejandrinos y 2 tridecasílabos, para un total de 28 versos. El uso de los tridecasílabos era poco común en la poesía anterior al modernismo, pero los poetas de la época solían jugar con la métrica en aras de explorar nuevas formas y Barba Jacob no era la excepción. La rima en los cuartetos salta del segundo al cuarto verso de las estrofas y es entonces una rima cruzada y consonante, pero no existe rima alguna entre el primero y el tercer verso.  En el primero y segundo verso de cada una de las estrofas hay una construcción repetitiva que contribuye a la musicalidad y al sentido del poema. El primer verso comienza prácticamente igual “hay días en los que somos tan……” y el segundo verso empieza con la palabra “como”[2].  En la primera estrofa: “Hay días en los que somos tan móviles, tan móviles, /como las leves briznas al viento y al azar….”(Barba Jacob 193). En la segunda: “Y hay días en los que somos tan fértiles, tan fértiles, /como en abril el campo que tiembla de pasión:” (193). En la tercera: “Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos, /como la entraña obscura de obscuro pedernal:” (193). Sin embargo, en la cuarta estrofa se rompe en forma parcial la conexión con las tres estrofas anteriores ya que el primer verso comienza igual: “Y hay días en los que somos tan plácidos, tan plácidos….,” (193), pero el segundo no utiliza la palabra “como” sino que de improviso cambia: “-¡Niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!” (193).  En el primer verso de las estrofas quinta y sexta mantiene la misma estructura. En la quinta estrofa se lee: “Y hay días en los que somos tan lúbricos, tan lúbricos,” (194); y en la sexta: “Y hay días en los que somos tan lúgubres, tan lúgubres,” (194), pero al final, en la séptima estrofa hace un cambio radical: “Mas hay también ¡oh Tierra! Un día….un día….un día/ en que levamos anclas para jamás volver” (194). Vemos que este cambio provoca una sorpresa en el lector, acostumbrado ya a la continuidad rítmica. No sólo porque los primeros versos siempre comienzan igual, sino además por el juego con palabras esdrújulas: móviles, móviles (primera estrofa); fértiles, fértiles (segunda); sórdidos, sórdidos (tercera); plácidos, plácidos (cuarta); lúbricos, lúbricos (quinta); lúgubres, lúgubres (sexta).  Este rompimiento no es casual ya que si las seis primeras estrofas constituyen una reflexión sobre lo cambiante que es la vida para los seres humanos, la séptima estrofa hace referencia a la muerte: “Mas hay también ¡Oh tierra! un día….un día….un día/en que levamos anclas para jamás volver: /un día en que discurren vientos ineluctables…/ ¡Un día en que ya nadie nos puede retener! ”(Barba Jacob 194).

El tema de la muerte está presente en varios de los poemas de Porfirio Barba Jacob, como sucede con la mayoría de los poetas modernistas. La reflexión sobre el momento final era una obsesión para los poetas dentro de ese contexto histórico gracias al fenómeno de la secularización y la duda acerca de la existencia de Dios, así como por el rumbo incierto que tenían sus vidas como artistas, en medio de la pobreza, la marginalidad y la bohemia. En su libro Modernismo, Rafael Gutiérrez Girardot, se refiere a ambos temas, el de la secularización y el de la vida de los artistas dentro de la sociedad burguesa. Sobre el último escribe: “…su actividad literaria no era, como en épocas anteriores, la que aseguraba su posición social. En todo caso, el arte ya no era la más alta expresión de los menesteres del espíritu, y su actividad era efectivamente marginal” (47).     

En la estrofa seis del poema hay una mención a Dios y vista a la luz del texto, puede entenderse al poeta como creyente: “Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres/como en las noches lúgubres el llanto del pinar:/el alma gime entonces bajo el dolor del mundo, / y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar” (Barba Jacob 194).  Sin embargo, esta mención de Dios también puede ser interpretada como una hipérbole herética, ya que hay varios poemas y anécdotas de Porfirio Barba Jacob que contradicen la idea del poeta como creyente. De ser sincera en el poema la mención de Dios, se reforzaría así la relación con algunas de las características de varias de las principales figuras modernistas: la contradicción, la paradoja, el escepticismo, el agnosticismo. No obstante, nada puede ser más diciente sobre la contradicción en cuanto a la idea de Dios que los días previos a la muerte del poeta. Como lo hace notar Fernando Vallejo en su biografía, Barba Jacob renegó y se mofó de Dios durante buena parte de la vida: “En opinión de Ayala Tejeda Barba Jacob sólo volvió a la religión en sus últimos días, y según Abelardo Acosta, que le oyó decir que ‘cambiaba la eternidad por un tequila’ eludió el tema de la religión cuanta vez él se lo planteara” (377). Sin embargo, Porfirio Barba Jacob terminó rendido ante Dios, algo que también ocurrió con el símbolo del modernismo, Rubén Darío, y el catolicismo: “Cuando entre varios hombres Alfonso Junco mencionó al padre Gabriel Méndez Plancarte, Barba Jacob aceptó” (376). La conversión del poeta en sus últimos días fue total. Vallejo menciona la devoción con la que el poeta observaba y se aferraba al crucifijo que tenía en su habitación y cómo, según lo escrito por el mismo cura, cumplió con los ritos católicos.

Dicha tendencia a la contradicción se hace palpable al final de sus días. El cambio de opinión en el terreno de la religión y en muchos otros, recurriendo acertadamente a uno de los versos de “Canción de la vida profunda”, hace a Vallejo afirmar lo siguiente: “Barba Jacob o Miguel Ángel Osorio o Ricardo Arenales o como lo quieran llamar en cuestión de opiniones era ‘como las leves briznas al viento y al azar’, para decirlo con un verso suyo de su más famoso poema” (340).                 

Otro de los poemas de Porfirio Barba Jacob que merece ser analizado por la fuerza de sus palabras y la forma en la que construye el ritmo y que por ello se asemeja en parte al poema anterior, es “Un hombre”. Tiene una estructura menos clásica que el primero y puede observarse que no existe una métrica definida. En principio, lo que se lee es la tendencia a la repetición, característica en algunos poemas de Barba Jacob. Aquí el poeta escribe “Un hombre” en cuatro estrofas y en ellas se vale de la palabra “los” para la construcción, pues la repite cuatro veces en la primera estrofa: “Los que no habéis llevado en el corazón el túmulo de un Dios; los que no comprendéis el horror de la conciencia ante el universo; los que no sentís el gusano de una cobardía que os roe sin cesar las raíces del ser; los que no merecéis ni un honor supremo ni una suprema ignominia” (Barba Jacob 191). Aquí el poeta hace una apelación al lector a través de la segunda persona plural del indicativo: habéis, comprendéis, sentís, merecéis, que combina con el impersonal los. En la segunda estrofa el juego continúa, volviendo a ser claro, como en el primer poema, que la repetición crea un ritmo, una musicalidad, que envuelve al lector. Al mismo tiempo, el poema parece interrogar al lector a través del impersonal los, haciendo que se identifique o que, por el contrario, rechace a ese tipo de personas:

Los que gozáis las cosas sin ímpetus ni vuelcos, sin radiaciones íntimas, igual y cotidianamente fáciles; los que no devanáis la ilusión del Espacio y el Tiempo; los que tomáis el trigo del surco rencoroso y lo coméis con manos limpias y modos apacibles; los que decís: ‘Está amaneciendo’ y no lloráis el milagro del lirio del alba:. (191)

Nuevamente vemos cómo los recursos que crean el ritmo en el poema son similares. Por un lado la repetición de la palabra los, verso tras verso, y la utilización de la segunda persona plural del indicativo con palabras como gozáis, devanáis, tomáis, coméis, decís, lloráis. Además, en el primer verso recurre al juego con las esdrújulas visto con anterioridad en “Canción de la vida profunda”: ímpetus, íntimas, fáciles. La cercanía de las esdrújulas evidencia que el juego no es casual y que tiene un valor estilístico, connotativo.

Al comienzo de la tercera estrofa mantiene la misma estructura: “Los que no habéis logrado siquiera ser mendigos, / hacer el pan y el lecho con vuestras propias manos” (191), pero el poeta decide alargar la estrofa y no recurrir a las mismas herramientas: “en los tugurios del abandono y la miseria, /y en la mendicidad mirar los días /en una tortura sin pensamientos:” (192).

Al inicio de la cuarta estrofa vuelve a utilizar el mismo recurso: “Los que no habéis gemido de horror y de pavor” (191), pero luego, de nuevo, vuelve a alargar la estrofa cambiando de herramientas: “como entre duras barras, en los abrazos férreos /de una pasión inicua, /mientras se quema el alma en fulgor iracundo, /muda, lúgubre, /vaso de oprobio y lámpara de sacrificio universal,” (192).

Se observa de nuevo el uso de palabras esdrújulas como férreos, lúgubre y lámpara que contribuyen a la musicalidad y el ritmo. Finalmente cierra con dos versos cortos: “Vosotros no podéis comprender el sentido doloroso /de esta palabra: UN HOMBRE!” (192). Otra vez el cierre es cambiante y sorpresivo, haciendo que la estructura creada desde el primer verso se vaya deshaciendo hasta terminar desintegrándose por completo. El poema evidencia una crítica al conservadurismo y la rutina de la sociedad de su tiempo, en oposición a la sensibilidad y el dolor de los marginados, carentes de comodidades, es decir, los que no tienen acceso a lo más básico: alimento, techo, educación y salud. Esta visión es coincidente con la de algunos otros poetas modernistas que a través de su obra criticaron la falta de sensibilidad de sus congéneres ricos, en general demasiado integrados e insensibilizados como para poder observar lo que ocurría a su alrededor. 

Nuevamente se ve cómo la poesía de Barba Jacob estaba integrada a las temáticas más recurrentes en la época y cómo, a través de su estilo singular, enérgico, explosivo, irónico, caótico, lo plasmaba en sus poemas. En su ensayo “La moral de la angustia”, Alberto Bernal Ramírez, da luces sobre el vacío existencial de Barba Jacob cuando afirma: “La carrera vital de Barba-Jacob es un proceso de autodestrucción, un caer desde los rígidos valores heredados de su tradición cultural sin encontrar desde el terreno desde donde se los niega una jerarquía que pueda sustituirlos con eficacia” (cit. en Barba Jacob 23).

Entonces la poesía de Barba Jacob es singular porque su vida también lo fue. Una vida errante, de barco en barco, de hotel en hotel, de tugurio en tugurio, de país en país, de bar en bar, con momentos de éxito y reconocimiento por su poesía y su desempeño como periodista reputado en varios países de América –los menos-, con instantes de infinita soledad, pobreza, enfermedad y abandono –los más-, pero siempre viajando y cambiando.

Su posición frente a los valores y la hipocresía moral en su tiempo le trajo varios problemas y enemigos. René Avilés, contemporáneo de Barba Jacob y su antítesis en cuanto a comportamiento (maestro de escuela, casado, sobrio y padre ejemplar) le contó a Fernando Vallejo en El Mensajero lo que le dijo Juan de Alba, uno de los amantes que tuvo Barba Jacob, cuando le presentó al poeta: “que era homosexual y marihuano y lo pregonaba a los cuatro vientos” (10). Pero no sólo eran su orientación sexual y sus adicciones, las que le creaban problemas. También sus numerosas deudas impagas o los viscerales artículos en los periódicos en los que un día podía defender una posición y luego otra. He aquí algunos ejemplos: lo que escribió en Cronos en contra del gobierno de México, en tiempos de Plutarco Elías Calles, provocó que saliera expulsado del país; del mismo país escapó para no encontrarse con Villa y Zapata en tiempos de la revolución; de Perú tuvo que irse por haber dejado de caerle en gracia al presidente Leguía, a quien ensalzó con sus artículos un tiempo, por no querer escribir una biografía sobre él al estilo de la de Simón Bolívar; en la Ceiba, Honduras, recibió la orden del presidente Paz Barahona de abandonar el país y le vino como anillo al dedo porque de paso pudo huir de sus numerosos acreedores; en El Salvador fue el presidente Quiñones el que le pidió que se fuera; de Guatemala también salió expulsado por el general Ubico. Las razones cambiaban en uno u otro país, pero en el fondo eran las mismas. Barba Jacob siempre terminaba siendo una piedra en el zapato. Como dice Vallejo en El mensajero (1991): “Calles lo expulsó de México por reaccionario; Ubico por Bolchevique” (140). En el análisis de los dos poemas, se ve con claridad la relación de la que habla Bloom entre psiquis, texto y representación y que define así: “El poema, en cuanto texto, está representado o secundado por aquello que los psicoanalistas llaman psiquis” (Bloom 16). Pretendo decir entonces que la forma en que vivió y concibió el mundo Barba Jacob está presente en sus poemas.

En mi concepto y aunque esta sea materia harto debatible, la poesía más que ningún otro género está ligada a la vida de sus autores. Ejemplos como los de Rimbaud, Darío y Poe, sólo por mencionar unos tantos, sustentan mi teoría. Por eso creo que la lectura de las biografías sobre Porfirio Barba Jacob enriquece la comprensión de sus textos poéticos y la escrita por Fernando Vallejo quizás sea la mejor. ‘

Otro poema digno de análisis por su calidad poética, porque de alguna forma es una breve autobiografía y al mismo tiempo una reflexión sobre la muerte o mejor, un epitafio, es “Futuro”. Cuenta Fernando Vallejo en El Mensajero que este poema lo leyó Julito Barrios, uno de los amigos de Barba Jacob durante el entierro de éste y que no pudo terminarlo debido a la emoción que en el momento le produjo. Es comprensible la reacción de Barrios por lo emocional del poema y la conexión directa que tiene “Futuro” con la vida y la muerte de Barba Jacob. Desde la primera de las cuatro estrofas se anuncia que “Futuro” versará sobre la vida y la muerte: “Decid cuando yo muera …(¡y el día está lejano!):/ soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,/ en el vital deliquio por siempre insaciado/ era una llama al viento…”(Barba Jacob 83). Es interesante el juego entre el futuro y el presente en el primer verso “Decid cuando yo muera …(¡y el día está lejano!):” y el pasado en el cuarto: “era una llama al viento…”. Vemos como Barba Jacob, anticipándose a su muerte, se autodefine como “soberbio, desdeñoso, pródigo y turbulento” en el segundo verso y cómo en el tercero confiesa haber perseguido el éxtasis sin saciarlo, para luego darse por muerto en el cuarto: “era una llama al viento…”. También merece atención la inclusión de la primera persona en el primer verso y el salto a la tercera en el cuarto.

Desde la segunda estrofa pasa al uso del pretérito –Vagó, vigorizó, dio-, que confirma su muerte y al tiempo se convierte en epitafio que resume su vida: “Vagó sensual y triste, por islas de su América; /en un pinar vigorizó el aliento; /la tierra mexicana le dio su rebeldía,/ su libertad y su fuerza…y era una llama al viento”. Vemos también cómo se mantiene el uso de la tercera persona que adquiere valor profético gracias al uso de la primera persona en el primer verso de la primera estrofa: “Decid cuando yo muera…(¡y el día está lejano!). 

En la tercera estrofa mezcla el imperfecto de indicativo-vibraba, subía– con el pretérito –fue– y el presente –es-, y el lector lo ve en acción en el pasado a través del uso del imperfecto de indicativo, es consciente de que todo eso ya pasó a través del pretérito y que el poeta estaba observando proféticamente su muerte desde el presente a través de la escritura: “De simas no sondadas subía a las estrellas; /un gran dolor incógnito vibraba por su acento; fue sabio en sus abismos —y humilde, humilde, humilde—/ porque no es nada una llamita al viento… Se observa el rompimiento parcial del juego con los últimos versos de las dos primeras estrofas que terminan con “era una llama al viento…”, ya que en el último verso de la tercera estrofa cambia de pasado a presente usando el mismo verbo ser y recurriendo al diminutivo “llamita”, que refuerza la idea de humildad plasmada con anterioridad en el tercer verso. 

En la cuarta estrofa también hay un juego con los tiempos verbales ya que recurre nuevamente al uso del pretérito –supo, esclareció-, al pretérito perfecto –ha comprendido– y al imperfecto de indicativo –Era-: “Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales,/que nunca humana lira jamás esclareció,/ y nadie ha comprendido su trágico lamento…/Era una llama al viento y el viento la apagó”. Se verifica entonces que el poema funciona como epitafio, pues en el último verso confirma la muerte del poeta y en el penúltimo, gracias al uso del pretérito en los dos primeros versos combinado con el del pretérito perfecto en éste, nos da la idea de que después de su muerte será por siempre un poeta incomprendido. El juego con los tiempos verbales está muy bien logrado y debido a ello consigue construir un poema emotivo que es al tiempo autobiografía y epitafio. Comprensible entonces que el día de su entierro a Julito Barrios le fuera imposible leerlo. Otro aspecto que vale la pena mencionar sobre “Futuro”, pero esta vez más que en términos elogiosos con un sentido crítico, es la aparición en la cuarta estrofa de la palabra lúgubres.  Dentro de la poesía de Barba Jacob se ha criticado lo limitado del lenguaje, gracias al uso excesivo de algunas palabras. Si observamos con detenimiento los poemas anteriores, veremos que lúgubre o lúgubres aparece en los tres. Juan Gustavo Cobo Borda, el escritor y crítico colombiano, menciona en su texto “Relectura de Barba Jacob” esta tendencia al abuso de determinadas palabras envejecidas cuando escribe:

Uriel Ospina, en un artículo de 1967, sobre el vocabulario de Barba, enumera sus vocablos preferidos: alabastro, alcor, ambarino, ambrosía, arcano, bruno, cauda, carbunclo, celajes, irizado, lampos, lauro, lira, lirio, nacarino, lumen, opalino, opreso, orto, plectro, plenitud, plenilunio, plinto, querubes, raudo, refulgente, rielar, silfo, tul, trémulo, unduoso, ungüento, ustorio, vagaroso, vesperal. Con dos o tres excepciones, un lenguaje desueto por completo. Un lenguaje viejo, en definitiva, que vibra y se mantiene sólo cuando cierta intensidad vital se desborda en el impulso ávido y simultáneamente se contiene en el ritmo medido de la canción. «Balada de la loca alegría» es ejemplar en tal sentido.   

Uno de los poemas más extensos de Porfirio Barba Jacob es “Acuarimántima”. Si en algunos de sus poemas como “Futuro” o los anteriormente analizados se insinúa Barba Jacob como un poeta fuerte, de acuerdo con la definición de Harold Bloom sobre los que llegaron a ser grandes y trascendieron el tiempo, este poema muestra la decadencia de dicho poeta, como el mismo Barba Jacob lo llegó a reconocer en el libro de Manuel José Jaramillo Conversaciones de Barba-Jacob (1946):

La influencia de Saturno me ha llevado al umbral de los extravíos donde abren sus puertas los paraísos artificiales. Algo extraño (…) algo lúgubre ha debilitado mi voluntad y me ha colocado sobriamente al borde de la patología (…). La marihuana y las drogas heroicas empiezan ya a cambiar el rumbo de mi personalidad, dislocando el ambiente de mi naturaleza afectiva y trastornando el ritmo y la dirección de mis itinerarios morales (…). Mi poesía, en gran parte, se anticipó, con gran antelación, a representar el drama alarmante de estos estragos (…). Tal puede preverse en el poema «Acuarimántima», cuyo nombre sugiere el mecanismo de una voluntad subconsciente empeñada en forjar una zona fuera de todo contacto con la realidad.

Vemos en Acuarimántima la influencia, como para otros poetas modernistas, de Walt Whitman, aunque cabría hablar aquí mejor de un clinamen, en el sentido de que la influencia se nota tanto en la extensión del poema, como en el uso de la primera persona desde el inicio del texto, pero lo que en Whitman es optimismo y claridad en Barba Jacob es pesimismo y dispersión.  Mientras Whitman expresa en los primeros versos de Hojas de hierba (1855), de acuerdo con la traducción de Borges: “Yo me celebro y yo me canto,/y todo cuanto es mío también es tuyo/porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca” (21), Barba Jacob escribe: “Vengo a expresar mi desazón suprema/y a perpetuarme en la virtud del canto./Yo soy Maín, el héroe del poema,/que vio, desde los círculos del día,/regir el mundo una embriaguez y un llanto.” (213). Puede hablarse entonces de una relación intertextual, pero también de una desviación, ya que las intenciones de los dos poemas son totalmente distintas. Llamativa resulta la devoción de poetas como Rubén Darío y Barba Jacob por Whitman, teniendo en cuenta el pesimismo que primó en ellos en buena parte de su poesía en comparación con el optimismo que irradia en sus poemas el norteamericano. Como en Hojas de hierba, la voz poética cobra visos heroicos dentro del poema, pero el heroísmo en el de Barba Jacob está ligado a la tristeza. La lectura cuidadosa de los dos hace evidente la relación. la intertextualidad dentro del poema se onserva en la inclusión del canto IX de la divina Comedia de Dante: “sotto il velame degli versi strani”(213). Vemos de nuevo que dicha relación intertextual, de acuerdo con la terminología usada por Bloom, puede entenderse como una tessera, ya que la referencia a Dante potencia la idea del poema. No es casual que uno de los ensayos escritos sobre Barba Jacob se titule La divina tragedia y que haga referencia a un poema escrito con el mismo nombre y por él mismo en Guatemala. Queda clara entonces la tessera Dante-Barba Jacob en el poema. 

Acuarimántima es un poema extenso, por lo que sólo me centraré en algunos de los aspectos principales. Está divido en nueve partes y no responde a una métrica definida. Dichas partes han sido nombradas con números romanos. El poema empieza en primera persona y está repleto de palabras envejecidas. Dicho envejecimiento del lenguaje que se asemeja más al usado por Corín Tellado en sus novelas rosa que al de sus contemporáneos modernistas, ha sido uno de los aspectos que más se le ha criticado a la obra de Barba Jacob. Varios ensayistas han hecho notar que existe un notorio desequilibrio entre sus mejores poemas y otros que no han podido sobrevivir al paso del tiempo. El haber tratado consciente o inconscientemente de labrarse una leyenda como poeta maldito perjudicó su poesía, al igual que su vida licenciosa y bohemia. Sin embargo, algunos poetas fuertes han logrado sobrevivir al paso del tiempo, aunque llevaron vidas tanto o más disipadas que la del poeta colombiano.

Sin embargo, esta opinión no ha sido compartida por todos. En su libro El pensamiento poético de Porfirio Barba Jacob (1958), el escritor y académico colombiano Germán Posada Mejía, pone al poeta dentro de los cinco grandes del continente:

Porfirio ocupa un sitio de excepción en la poesía moderna de América, en el que sólo podrían acompañarle los creadores absolutos, los otros cuatro grandes. Darío, el «minotauro envuelto en meteoros»; Gabriela, compañera y hermana del primero; Vallejo, genio balbuciente; Neruda, que es, con todo su amor, y a pesar de su odio, el más grande de todos. Junto a ellos, rodeándoles, el coro de ‘dioses menores’, tales Silva, Valencia,Nervo, Chocano, Lugones, Herrera Reissig, González Martínez, Reyes, López Velarde, Huidobro, Greiff, Nicolás Guillen, Carrera Andrade y algunos otros.               

Cierto es que esta opinión es muy en endeble. Desde entonces, 1957, ha corrido mucha agua bajo los puentes. También lo es que en la lista están varios contemporáneos suyos y que varios de ellos, empezando por el mismísimo Rubén Darío, han sido víctimas de la misma crítica. Por ejemplo, para no ir muy lejos, en el Caracol y la sirena, Octavio Paz se refiere a Darío en los mismos términos.

Otras críticas a Barba Jacob son un poco más viscerales y se meten más con el hombre que con el poeta. Es el caso de la hecha por Lezama Lima en Paradiso (1966) y que cita Cobo Borda en su libro:

Recuerde usted aquel poeta Barba-Jacob, que estuvo en La Habana hace pocos meses; debe haber tomado su nombre de aquel heresiarca demoníaco del siglo XVI, pues no sólo tenía semejanza en el patronímico sino que era homosexual propagandista de su odio a la mujer. Tiene un soneto, que es su ars poética, en el que termina consignando su ideal de vida artístico, ‘pulir mi obra y cultivar mis vicios’. Su demonismo siempre me ha parecido anacrónico, creía en el vicio y en las obras pulidas, dos tonterías que sólo existen para los posesos frígidos (269).  

Tampoco Gutiérrez Girardot es muy amigo de la obra del poeta colombiano como también lo hace notar Cobo Borda: “Gutiérrez Girardot, en su análisis incluido en el Manual de historia de Colombia (1980), dice: ´Se creía rebelde, aunque sólo era de un patetismo desaforado y fachoso. Dominó el arte de decir banalidades sonoramente´.

En mi opinión, la obra de Porfirio Barba Jacob es desigual, pero tiene el mérito de haber llegado a tocar picos poéticos en algunos de sus poemas. Un escritor reconocido por su prosa como Fernando Vallejo le dedicó 10 años a la escritura de la biografía de Barba Jacob y no sólo porque su escandalosa vida, y en particular su homosexualidad, le llamara la atención, sino porque también lo hacían su poesía y su prosa periodística.  Para mi gusto, los tres primeros poemas analizados en este ensayo y otros tantos del poeta colombiano merecen ser tenidos en cuenta en cualquier antología que se haga sobre los modernistas. Tristemente, su obra en conjunto desmerece frente a la de otros poetas del movimiento, porque muestra un desequilibrio de calidad entre sus poemas, desde textos fuertes como “canción de la vida profunda” hasta otros realmente decepcionantes. Sin embargo, han pasado muchos años y sigue siendo un escritor de culto. Mucho se lo debe a sus poemas y mucho a sus escándalos.     

BIBLIOGRAFÍA

Barba-Jacob, Porfirio. Poemas selectos. Bogotá: Editorial Printer Colombiana Ltda., 1983. Print.

Bloom, Harold. Poesía y represión. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora S,A, 2000. Print.

Cobo Borda, Juan Gustavo. “Relectura de Barba-Jacob”. Relectura de Barba-Jacob. Biblioteca Virtual Biblioteca Luis Ángel Arango., n.d. Web. 05 May 2013. <http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/hispo/hispo6.htm>.

Gutiérrez Girardot, Rafael. Modernismo. Barcelona: Editorial Montesinos, 1983. Print. 

Jaramillo, Manuel José. Conversaciones con Barba-Jacob. Medellín: Bedout,1946. Print.

Lezama Lima, José. Paradiso. México: Editorial Era, 1970. Print.

Paz, Octavio. Los hijos del limo: del romanticismo a la vanguardia. Barcelona: Editorial Seix Barral, S.A. , 1974. Print.

Posada Mejía, Germán. El pensamiento poético de Porfirio Barba-Jacob. Bogota: Instituto Caro y Cuervo, 1958. Print.

Vallejo, Fernando. El mensajero, Una biografía de Porfirio Barba Jacob. Bogotá: Editorial Alfaguara., 2003. Print.  

 Whitman, Walt. Hojas de hierba. Barcelona: Editorial Lumen, 1969. Print.


[1] Entre el poema y el epígrafe hay, de acuerdo con la terminología implementada por Harold Bloom, una tessera, es decir, una relación  intertextual entre el poema y el epígrafe que, al unirse, construyen un todo. En este caso el epígrafe sirve como complemento al poema y no hay desviación, por ello se habla de tessera.

[2] De acuerdo con Octavio Paz en Los hijos del limo “La analogía es el reino de la palabra como, ese puente verbal que, sin suprimirlas, reconcilia las diferencias y las oposiciones” (100).

Autor: Francisco Tedeschi

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